
El fútbol sudamericano está de luto. Este jueves falleció a los 69 años el entrenador argentino Miguel Ángel Russo, una de las figuras más queridas y respetadas del continente. Su partida deja un profundo vacío en el deporte, pero también un legado imborrable de trabajo, humildad y pasión.
Russo, nacido en Buenos Aires en 1956, fue mucho más que un técnico: fue un maestro dentro y fuera de la cancha. Tras una destacada carrera como jugador en Estudiantes de La Plata, comenzó su trayectoria como entrenador en 1989. Desde entonces dirigió a equipos como Lanús, Vélez Sarsfield, Rosario Central, Estudiantes, Boca Juniors y Millonarios, conquistando títulos nacionales e internacionales y ganándose el respeto de hinchas y colegas por igual.
En 2007 alcanzó uno de sus mayores logros al coronarse campeón de la Copa Libertadores con Boca Juniors, liderando a un equipo histórico comandado por Juan Román Riquelme. Años después, en Colombia, viviría otro capítulo inolvidable al guiar a Millonarios al título del torneo finalización de 2017, en medio de una batalla personal contra el cáncer, que enfrentó con la misma fortaleza con la que dirigía desde el banquillo.
Su carrera estuvo marcada por la serenidad, la fe y la entrega absoluta. Russo fue ejemplo de carácter y esperanza, incluso en los momentos más difíciles, y dejó huella en cada vestuario que pisó. Quienes lo conocieron lo describen como un hombre íntegro, de valores firmes y con una visión del fútbol que trascendía los resultados.
Hoy, jugadores, clubes y aficionados de toda América Latina despiden al “profe Russo”, el hombre que enseñó que la grandeza no solo se mide en títulos, sino también en la forma de vivir el deporte.