
Cali volvió a vibrar al ritmo del Pacífico. Este domingo, la Unidad Deportiva Alberto Galindo se convirtió en la casa grande de la cultura afrocolombiana con el cierre del Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez, que durante tres días, del 15 al 17 de agosto, convocó a miles de asistentes en torno a la música, la gastronomía, las bebidas tradicionales y los saberes ancestrales.
Desde temprano, el ambiente fue festivo y familiar. En el Caserío Pacífico y el Quilombo Pedagógico, niños, jóvenes y adultos disfrutaron de recitales poéticos, narraciones orales y juegos tradicionales que recordaron la riqueza de la memoria colectiva. Allí también se realizaron talleres de cocina y conversatorios en los que las mujeres vicheras compartieron la historia del viche y su papel como guardianas de la tradición.
La gastronomía fue otro de los atractivos del día. Platos como encocados, tapao, aborrajados y arroces del Pacífico se mezclaron con las bebidas típicas –arrechón, tumbacatre, biche curado– que animaron el recorrido de los asistentes. En paralelo, las pasarelas de moda resaltaron la fuerza creativa de los diseñadores afrodescendientes, con colecciones que fusionaron tejidos, turbantes y filigrana en un despliegue de identidad y elegancia.
El gran momento llegó con las finales musicales en las cinco modalidades del festival: marimba y cantos tradicionales, violines caucanos, chirimía de flauta, chirimía de clarinete y agrupación libre. El público, entre palmas y bailes, celebró el talento de agrupaciones que mantienen viva la herencia sonora del litoral. Además, se rindieron homenajes especiales a artistas como Nidia Góngora, reconocida como “Mi Pacífico Maravilla”, junto a la presentación estelar de Canalón de Timbiquí, Quantic y la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia, que puso un toque solemne al cierre.
Para facilitar la asistencia masiva, el sistema de transporte MIO habilitó rutas especiales nocturnas que garantizaron el regreso seguro de los asistentes, un gesto logístico que complementó la experiencia cultural.
Con esta edición, el Petronio Álvarez ratificó por qué es mucho más que un festival: es un punto de encuentro, un espacio de resistencia cultural y un escenario donde Cali y el Pacífico se abrazan en torno a sus raíces. El último día se vivió como un ritual colectivo, donde la música, la cocina y la memoria se entrelazaron para reafirmar el orgullo de una región que le canta al mundo con marimba, tambor y voz.
















